Joseph Mallord William Turner, el genial pintor inglés, nació en en Londres en 1775 y murió en la misma ciudad en 1851.

Estudió en la Real Academia de Londres, de la que llegaría a ser presidente en 1845.

Fue un precursor de los impresionistas, su predilección por los paisajes ya en los comienzos de su carrera ,sus óleos y acuarelas son plenamente románticos y buscan captar la naturaleza en toda su intensidad.

En la última etapa de su vida captó como nadie los efectos lumínicos de la naturaleza, imprimiendo en sus obras una sensación sublime, que muchos relacionan con su sentido espiritual y su consciencia de los pasajero, del ir y venir, de que todo fluye, todo cambia, que se aprecian en Constable, pero que, en Turner, llega a las cotas más elevadas.

Sus cuadros son envolventes y casi siempre trágicos, y con un estilo singularírisimo, inimitable y genial.

Lo efímero en Freud tiene, por un lado, la vertiente del eterno desplazamiento del deseo (metonimia en Lacan) y el triunfo de Tánatos como el triunfo de la muerte en el ser viviente.

Esta tragedia nuestra, la tragedia de la muerte al final del camino que convierte en efímera nuestra existencia. Turner, pintando sus tragedias, no hace más que apuntar a ello.

La lucha entre Eros y Tánatos se da en toda la vida, pero para Freud, el triunfo se lo lleva Tánatos.

Hay que decir, que también está lo efímero del tiempo presente que se escurre como el agua y lo efímero de ciertas realaciones humanas que acaban también con el triunfo de Tánatos sobre Eros.

Eros es lo que une, lo que asocia, lo que junta; Tánatos, lo que disuelve, mata.

Turner hace una metáfora de lo efímero de nuestro paso por este mundo, a través de sus bellísimas creaciones.

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