La angustia es ante todo un afecto, un sentimiento que casi siempre tiene que ver con un exceso bien de presencia o ausencia por parte de la madre en los orígenes. En el estado presente, este exceso bien de presencia o ausencia se extiende y aplica a las personas que rodean al sujeto actualmente (pareja, amigos, familia).

 

La angustia, que puede degenerar en miedo o pánico si se le teme, también tiene un aspecto positivo; por ejemplo, en dosis moderadas, es el motor del movimiento, de la creatividad, la reflexión, del trabajo y el amor. Para Freud, una dosis mínima de alone_by_buaiansayapanomaliangustia era el motor de la curación, porque, según él, mantiene al paciente en estado de reflexión. Existe, pues, una angustia natural y común a todos los seres humanos que es el motor de nuestra existencia, pero cuando esa angustia «sube de tono» hay que acudir a la psicoterapia o al psicoanálisis y, si es demasiado intensa, al psiquiatra para que medique.

 

Es muy importante que el analista reduzca la angustia en el tratamiento con el paciente, para que éste no sufra tanto, lo cual se logra a través de la interpretación y de quitarle al paciente sus prejuicios para llorar –debemos entender que el llanto aplaca la angustia y es normal tanto en los hombres como en las mujeres.

 

En pocas palabras, lo más importante es no temerle a la angustia y saber que puede curarse; no temerle o intentar reprimirla para que no degenere en la formación de una fobia o de un ataque de pánico.

 

Con este breve artículo, espero poder haber dado un panorama general sobre el tema.

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