Para Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, el síntoma es una formación del inconsciente, una condensación (mecanismo del inconsciente), en la que entran en juego varios deseos en conflicto; y ese conflicto es estructural. De ahí que, si curamos un síntoma, aparecen otros en su lugar: los síntomas se desplazan. Por eso lo que hay que curar es la estructura de personalidad, sea neurótica, perversa o psicótica. Al síntoma es preferible respetarlo, ya que la solución al problema es la disolución del conflicto de base. Al síntoma, hay que curarlo “por añadidura”.

Con formación del inconsciente, queremos decir que al igual que los actos fallidos, los chistes, los olvidos ,etc. el síntoma es un producto del inconsciente. Para el psicoanalista seguidor de Freud, J.Lacan, el síntoma es un mensaje, opaco para el sujeto que no lo reconoce como propio sino como un cuerpo extraño, ajeno a él. Para Lacan el síntoma, además es una metáfora, es decir una condensación de deseos en conflicto; y la enfermedad no puede ser dilucidada por los síntomas, por ej. no porque una mujer sea frígida, tendremos que pensar que es una histérica; no porque un hombre tenga rituales, tenemos que pensar que es un obsesivo. Esto lo decide la dilucidación de la estructura subyacente, no los síntomas. Sobre todo lo decide el deseo inconsciente en juego. Pensemos por ej, que El Hombre de las Ratas (el caso de neurosis obsesiva de Freud) tenía un delirio

y no por eso era un psicótico; sino que era un delirio como síntoma, dentro de una neurosis obsesiva grave.

Lacan tiende a llamar “fenómenos” a lo que Freud llama síntomas en la locura. Por. ej., para Lacan una alucinación (base en la que se apoyan los delirios) o un delirio, eran fenómenos, y para Freud eran síntomas, tanto de neurosis, como de perversión, como de psicosis.

En las perversiones, se va a hablar más bien de “actos”: el acto perverso, que es una puesta en escena sexual y de muerte.

En el síntoma, tanto para Freud, como para Lacan, hay un goce; el paciente goza del síntoma, y no quiere en el fondo desprenderse de él; ésta es otra de las razones por las que hay que respetarlo, porque el paciente extrae un beneficio del síntoma, la cura, le supondría la emergencia de angustia o una depresión.

Por éstas razones, el psicoanálisis desconfía de la cura de los síntomas; se trata de que el paciente pueda resolver los conflictos de fondo y sublimar, reprimir mejor, sus deseos sexuales y de muerte. De lo contrario, la enfermedad no desaparece.

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