Dolores (Lola) Mora Vega no sabemos si nació en Salta o en Tucumán, Rca. Argentina en 1866 y murió en Buenos Aires en 1936.

Gran escultora argentina rupturista y representante de la escuela romántica de finales del siglo XIX.

Estudió dibujo y pintura en Tucumán, siendo grandemente elogiada por sus profesores.

En 1897 viajó con una beca que le concedió el gobierno del presidente Uriburu (ella pensaba que los artistas debían ser apañados por el poder) a Europa, donde, en Roma, estudió con Pablo Michetti y Monteverde.

Dejó el dibujo y la pintura para dedicarse por completo a la escultura.

Lola Mora proviene de una familia de estancieros de Tucumán, y fue la tercera de siete hermanos, su padre era comerciante y hacendado.

Entre sus obras destacan «La fuente de las Nereidas»(1903, Costanera Sur, Buenos Aires); «El Nacimiento de Venus» (1903) que provocó un gran escándalo al considerarse sus desnudos muy «libidinosos»;el monumento a Aristóbulo del valle (1900);Alberdi; Estatua de la libertad(Tucumán); el primer premio del concurso para el monumento al zar Alejandro I en San Petersburgo(1905); el busto del presidente Peña;y el monumento a Nicolás Avellaneda en 1913, ambos, en Plazas públicas de Buenos Aires.

Fue la primera escultora argentina y sudamericana , pionera de la Minería nacional, inventora, investigadora y urbanista.

Fue, también, la escultora más halagada y criticada de finales del siglo XIX y principios del XX.

Rompió con los estereotipos de la mujer y del género con sus escandalosos desnudos y formas singulares, originales y de gran belleza.

En 1998 se creo el premio Lola Mora por la Dirección General de la mujer de la Ciudad de Buenos Aires.

El romanticismo se caracteriza por la exaltación del Ego, del Yo, el pensar la Historia, y el elogio a la naturaleza y a las mitologías.
Son todas características que posee la obra de esta gran artista; con el psicoanálisis podemos decir que el Yo es como una estatua que refleja lo que los espejos devuelven: cuando de pequeños nos miramos al espejo somos románticos, exaltamos el Ego en la alegría por el encuentro con la imagen especular que nos presenta como completos ( aunque no lo somos), Lola Mora exalta el Yo, como buena romántica que es.

Sin embargo, en la realidad, el Yo es un mero títere del Ello y del Superyo, como las estatuas del viento y las catástrofes. El Yo es una ilusión, y las estatuas también lo son, una ilusión que nos da felicidad, pero ilusión al fin. El Yo cree tener el control, pero no es así, no es él quien controla la personalidad, sino el inconsciente, este es el gran descubrimiento freudiano.

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