Ante todo, aclaremos que la depresión, no es una enfermedad, si no un síntoma. Y, como decía Sigmund Freud (el fundador y descubridor del psicoanálisis) ”Al síntoma hay que respetarlo”.

Esto significa que no podemos abordarlo directamente en la cura, sino investigar sus causas, y luego, poco a poco interpretarlo.

La depresión es un estado de apatía, tristeza, pesar y a veces abandono. Puede llegar, si es severa, a la pasividad total del paciente.

Es imprescindible, aunque se trate con psicofármacos, que el paciente acuda a tratamiento terapéutico, sino, no saldrá de ella y puede ir a peor.

Hay depresiones que son producto de estados de duelo, ya que siempre la depresión es una reacción ante una pérdida. Esta pérdida puede ser la de un ser querido, de un objeto, de un ideal, de una concepción del mundo, de una creencia.

Cuando se pierde a un ser querido, se entra en lo que llamamos estado de duelo, que puede durar entre 6 meses y un año (aunque en verdad no se pueden precisar fechas). No es necesario acudir a los psicofármacos, ya que el duelo, es una reacción normal y se elabora convenientemente si toda va bien.

El problema empieza cuando el paciente desconoce la causa de la depresión. Hay que ayudarlo con todos los medios a nuestro alcance, a que lo averigue.

Generalmente, la depresión se presenta dentro de un cuadro neurótico. Llamamos neurosis a las patologías donde predomina la fantasía por sobre la realidad; hay una pérdida parcial de realidad; esto ocurre, también, en las depresiones.

Es muy importante, técnicamente hablando, hacer despertar el DESEO del paciente deprimido; ésto se consigue no satisfaciendo inmediatamente la demanda del paciente.

Sabemos que la clave está en la palabra de los dos: del paciente y del analista. Así, que es muy importante establecer un buen vínculo con el paciente (esto es válido para todos los pacientes), que el paciente se sienta confiado, escuchado y contenido, que el analista le permita llorar, expresarse, sentir sus deseos que están como dormidos.

Hay depresiones melancólicas y duelos melancólicos. En éstos casos son indispensables los psicofármacos, en la dosis que considere apropiada el psiquiatra y que éste va a poner a prueba. Pero también es indispensable una psicoterapia a muy largo plazo, ya que el paciente corre el riesgo de abandonarse, de autoreprocharse melancólicamente y puede llegar al autocastigo y al suicidio. A veces, éste último no se puede evitar, ni siquiera tomando todos los recaudos (hay una larga discusión ética acerca de lo que significa el suicidio). Pero la terapia y los psicofármacos, ayudan mucho a frenarlo.

Recordemos, una vez más, que en la depresión es fundamental despertar los deseos dejados de lado, dormidos e inhibidos del paciente afectado. Ayudar al paciente a ser más tolerante y piadoso consigo mismo (no sólo con los demás).

Recomendamos la lectura de “Duelo y Melancolía” de Sigmund Freud.

Y tengamos en cuenta que la melancolía es una psicosis (locura) y como tal debe tratarse mediante un equipo capacitado de profesionales.

La depresión, declina los proyectos y la labor del analista es hacerlos resurgir: los proyectos curan, dan sentido a la vida y además, la previenen.

 

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