El secreto profesional, que le trasmitimos al paciente en su primera entrevista con el analista, se corresponde con lo que Freud denominó la regla de abstinencia: el psicoanalista debe abstenerse de satisfacer todas las demandas del paciente y de jugar los roles que éste le impone durante el tratamiento, si transgrediera el secreto profesional estaría jugando uno de esos roles.

El secreto es básico para que el paciente se pueda sentir en confianza e intimidad, que lo que hable con el analista va a ser un diálogo respetado por éste, y no divulgado como si el paciente fuera un objeto suyo.

En el libro que recomendamos de la analista francesa Piera Aulagnier, “El sentido perdido”, la escritora nos demuestra que el secreto profesional es el requisito indispensable para que el paciente pueda pensar, y denuncia muchos casos donde no se respeta, de ahí lo del sentido perdido.

Piera Aulagnier hace una crítica a Lacan y a su escuela por sus descuidos, y formó lo que dió en llamarse el Grupo de los Cinco.

Así como una interpretación fuera de sesión, como decían los kleinianos, es una agresión, también lo es el no cumplimiento del secreto profesional.

Invadido por toda su carga energética, pulsional y de lenguaje, el paciente no puede pensar, reflexionar si el secreto no se respeta y ésto le produce un grave daño a su salud mental del que le va a ser muy difícil recuperarse.

La única excepción a esta regla, es cuando el paciente le cuenta al analista que esta por cometer un asesinato o algún inciso contra la ley, porque la Ley también hay que respetarla. En este caso el analista debe suspender temporariamente el tratamiento y comunicarle al paciente que no puede ser su cómplice.

La otra excepción es lo que llamamos análisis de control o supervisión, cuando un analista le cuenta (también bajo secreto profesional) a otro analista el caso de un paciente, esta praxis se efectúa con los analistas nóveles o de cierta experiencia que estan aprendiendo a realizar su labor con un analista de más experiencia.

El analizante necesita que le garanticemos intimidad, ya bastante peso es para él contarnos cosas que le desagradan profundamente, y además necesita una confianza que tal vez aún no pueda mantener con nadie.

Esto es sobre todo aplicable a los pueblos o ciudades pequeñas donde casi todo el mundo hace correr la voz, o cuenta la vida de todo el mundo.

La falta de respeto al secreto produce, además, una gran confusión en el paciente, que se queda como perdido y puede llegar, si lo descubre hasta la paranoia.

Como conclusión, subrayemos que no se puede pensar si no hay intimidad y cuidado por ella y confianza mutua.