Hablando con varios escultores tanto argentinos como del exterior, noté que casi todos coincidían en que el gran esfuerzo que supone su trabajo no es siempre reconocido; es un trabajo duro, que requiere una gran paciencia, concentración y práctica.

Lamentablemente el público no siempre lo tiene en cuenta y muchas veces valora más al pintor que al escultor.

Vamos a hablar de Rodin que nació en París en 1840, hijo de un empleado de la prefectura de policía y de una costurera, y que murió en 1917.

Es uno de los más grandes y renovadores escultores de todos los tiempos.

En 1850, asiste a la Petit Ecole, escuela de dibujo y artes decorativas, participa en la selección de la Escuela de Bellas Artes, pero no es admitido. Completa su formación académica trabajando para artistas y decoradores. Más tarde trabajará en el taller de Albert Carrier Belleuse.

En 1876 conocerá en un viaje a Italia la obra de Miguel Angel y estudia en unos meses lo que merece años de carrera artística.

En 1877 presenta» La edad de Bronce» en Bruselas, y afirman que ha sido realizada a partir de un modelado del natural, acusación que despierta una gran polémica en los ambientes artísticos, luego en Paris.

 

 

 

 

 

 

En 1880 el Estado Francés compra La edad de bronce y le encarga lo que será una de sus más grandes obras: La Puerta del infierno; puerta de un Museo que no llega a construirse y que hoy se exhibe por separado.

En especial en La Puerta del infierno, que es muy bella, notamos que Rodin produjo un arte intensamente hostil al racionalismo.

En su conjunto, la escultura de Rodin fue el primer ataque radical contra el tipo de pensamiento representado por el pájaro mecánico, una ideología que estaba profundamente arraigada en la escultura neoclásica y que persistió en casi toda la escultura del Siglo XIX hasta que llegó Rodin.

El modelo racionalista – del que depende el neoclasisismo- se alimenta de dos supuestos básicos: el contexto en el que el entendimiento se desenvuelve es el tiempo; y para la escultura el contexto natural de la racionalidad es el medio del relieve.

Rodin es famoso por sus esculturas incompletas o a medio terminar o sin algunos miembros, que psicoanalíticamente interpretamos como que ningún espejo artístico puede alcanzar al cuerpo humano, que la reproducción va a ser siempre reproducción, y también lo interpretamos desde la ética psicoanalítica como un recurso para romper con el anquilosamiento en que se encontraba el neoclasisismo: Rodin rompe con la tradición y crea algo nuevo, he ahí su singularidad.

Por otra parte sus desnudos no son demasiado eróticos, incluyendo su famoso “Iris, mensajera de los dioses”, sin cabeza y con el sexo abiertamente exhibido.

La carrera de Rodin queda totalmente definida por los esfuerzos que dedicó a un único proyecto: Las Puertas del Infierno en que trabajó hasta su muerte desde 1880.

Un proyecto en el que hizo girar casi toda su escultura. Sólo dos figuras se relacionan con La Divina Comedia de Dante; se trata de los grupos de Ugolino y sus hijos Paolo y Francesca, ciertamente de gran dramatismo.

Cuando se empareja con la figura femenina y se reorienta en el espacio en relación con el cuerpo de ésta, la figura masculina deviene parte de un grupo llamado Fugit Amor, de enorme apasionamiento y dramatismo.

Sobre la superficie de la puerta derecha, la pareja Fugit Amor aparece dos veces, sin otro cambio que el ángulo con respecto al fondo de la obra.

Esta doble aparición es muy llamativa, y la mera persistencia de esa duplicación no puede considerarse accidental. Más bien parece anunciar la ruptura del principio de la unidad espacio-temporal que constituye uno de los prerrequisitos de la narración lógica, pues la duplicación tiende a destruir la misma posiblilidad de una secuencia narrativa lógica. Otra singularidad de Rodin: romper con la lógica común.

En el remate de las puertas del infierno vuelve a recurrir a esta estrategia de repetición con la escultura “Tres Sombras”, son una triple representación de un mismo cuerpo.

De este modo “Tres Sombras” son una parodia de la tradición, central en la escultura neoclásica, de agrupar figuras triples.

Lo que perturba en “Tres Sombras” es la actitud de insubordinación contra esos principios por parte de Rodin. Mediante la simple repetición de la misma figura, Rodin despoja al grupo de toda idea de composición, de toda idea de la disposición rítmica de las formas con cuyo equilibrio y contrapeso se pretende revelar el significado latente del cuerpo: ya lo hemos señalado, el cuerpo se vuelve inalcanzable, como lo real en psicoanálsis, siempre habrá la barrera de lo simbólico para adentrarse en lo auténticamente real del cuerpo. Lo real es inaccesible, de ahí que no constituya un sin-sentido el no concluir una estatua, es más bien, una prueba de esa imposibilidad.

Hay todavía otro nivel en el que Rodin explotó este filón de la opacidad: la manera en que relacionó, o fracasó en relacionar, la apariencia externa del cuerpo con su estructura interna. Los gestos externos hechos por las figuras de Rodin no parecen coherentes con lo que uno sabe de la infraestructura esquelética que debería sostener el movimiento corporal.

Véase por ejemplo “Je sui belle” de 1882 en bronce. La claridad de contornos es lo primero que se echa de menos, pues Rodin la ha oscurecido borrando la línea de contacto entre el pecho de la figura masculina y el torso de la femenina que sostiene.

Es esta comunicación entre superficie y profundidad anatómica lo que Rodin aborta. Se nos deja con gestos carentes de apoyo que les proporcionarían apelaciones a sus propios fundamentos anatómicos, que no pueden remitir lógicamente a ninguna experiencia reconocible y anterior, dentro de nosotros mismos.

Aunque hasta donde se sabe, Rodin no tuvo ningún conocimiento de la filosofía de Husserl, sus esculturas manifiestan una concepción del yo que esta teoría había comenzado a explicar.

Aunque menos importante, no dejemos de mencionar su famosa escultura “El Beso”, de 1882 y “ Dafnis y Lycenia “, de 1885, así como la bella y original “Manos de Amantes” de 1904. Pero nos queda mucho en el tintero, por ejemplo mencionar su apasionada relación con su discípula y gran escultora Camille Claudel, que duró diez años, aunque Rose Beuret va a ser la amante de toda la vida.