Es el modo de actuar del psicoanalista durante la cura, absteniéndose de inculcar al paciente sus propias creencias sobre el mundo y su ideología.
El analista debe ser neutral en cuanto a los valores morales, religiosos, políticos e ideológicos del analizante y abstenerse de todo consejo al respecto.
Tampoco debe entrar en el juego del paciente, enredándose en él, debe mantener una distancia prudencial.
Ser neutral, además, respecto al discurso del paciente, no conceder a priori más importancia, en virtud de prejuicios teóricos, a un determinado tipo de significaciones.
Se supone que el analista tiene realizado o está realizando su propio análisis como paciente, y que va a elaborar las idealizaciones (que llevan a los fanatismos) y prejuicios que pueden entorpecer su labor.
Al final del trabajo de Freud “Estudios sobre la histeria” , dice lo siguiente: “Actuamos como aclaradores cuando una ignorancia ha engendrado un temor, como maestros representantes de una concepción del mundo más libre y más elevada, como confesores que, con la perduración de su simpatía y de su estima después de la confesión, ofrecen al enfermo una especie de absolución”.
Cuando Freud dice que ofrecemos una visión del mundo más libre y más elevada, no quiere decir que le inculquemos al paciente nuestra cosmovisión, sino que al actuar “aflojando” las tiranías de la conciencia moral de aquel, es decir, de su Superyo, volvemos al paciente más flexible en su concepción de la vida y del universo, aunque éste pueda seguir conservando su cosmovisión inicial, lo dejamos intacto en su personalidad.
Un analista debe estar capacitado para atender pacientes de diversas ideologías, y mantenerse siempre neutral, aunque puede hacerle ver sus idealizaciones e intelectualizaciones, para que el paciente se cure de una visión narcisista o cerrada del mundo.
El analista no es un educador, aunque el análisis actúa como una especie de re-educación. Pero el que es religioso lo seguirá siendo, el que es de izquierda tal vez lo siga siendo y el que es de derechas también tal vez lo siga siendo, por poner algunos ejemplos.
El psicoanálisis no es una cosmovisión: se limita a interpretarlas desde un lugar neutral.
El analista tiene que poseer, para ello, dos cualidades: paciencia, mucha paciencia y compresión.
Sin embargo nada garantiza la objetividad completa del psicoanalista, aunque debe tender a ella para que se pueda instalar una buena transferencia desde una actitud benevolente y no censora.
Este es un tema que sigue siendo discutido por los psicoanalistas, sobre todo en el caso de pacientes niños y psicóticos.
Por último, queremos añadir, que el psicoanálisis tiende a “aflojar “ los fanatismos políticos, ideológicos y religiosos, precisamente debido a la neutralidad conque se coloca el analista frente al mundo.
Y tiene que ver con » lo ético» también . Excelente artículo !
El comentario conecta con la pregunta por el deseo del analista, ya que éste es un sujeto y la completa objetividad es imposible. Muy interesante para la discusión.
Plantea una cuestión ética fundamental y se corresponde con el debate acerca del deseo del analista y la evitación del «furor curandis», entre otras cosas. Muy importante para seguir pensando.
Un comentario imprescindible para estos tiempos de manipulaciones anti-éticas.
El deseo del analista es obtener el máximo, la radicalidad de la diferencia, pero esto el válido para un psicoanálisis y no para una psicoterapia. El artículo da lugar para un gran debate. Felicitaciones.
Muy buena idea recordar estos aspectos de la teoría y la práctica. Recomendable.
Me aclaró muchas cosas respecto a la posición del analista, y sobre todo en lo clínico, por supuesto en lo teórico también. Es bueno recordar estas cuestiones.
Esa neutralidad, innegociable, es tal vez una de las cuestiones que mas curiosidad o dudas provocan al paciente, pues le obliga a tomar distancia de «modelos» conocidos: el maestro, el sacerdote (en quienes han tenido educación cercana a la religión) o los padres, todas figuras que condicionan al niño.