El concepto de identificación adquiere paulatinamente en la obra de Freud el valor que más que un mecanismo psicológico por el cual se adquiere uno o varios rasgos de otra persona, hace de éste la operación por la cual se constituye el sujeto humano.

En Freud la identificación, sus procesos, devienen del Complejo de Edipo: primero el sujeto se identifica total o parcialmente con la madre, y luego con el padre; el Edipo se resuelve por la identificación con la persona del mismo sexo.

Freud la define como un proceso por el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma , total o parcialmente, sobre el modelo de éste.

El concepto de identificación es igualmente importante en la obra de Lacan, tanto es así, que le dedica un seminario , el nº 9.

Lacan pone especial énfasis en el papel de la imagen, y define la identificación como “la transformación que se produce en el sujeto cuando asume una imagen”(recordemos lo que dijimos en nuestro artículo sobre El Estadio del Espejo). Asumir una imagen es reconocerse en ella y apropiarse de la imagen como si fuera uno mismo.

Desde el comienzo, Lacan distingue entre identificación imaginaria ( Estadio del Espejo, constitución del Yo) y la simbólica. La del Estadio del Espejo, constituye la identificación primaria.

En cambio, la identificación simbólica es la identificación con el padre en la fase final del Complejo de Edipo, dando origen al Ideal del Yo (metas a alcanzar, algo así como el ascelerador de la personalidad mientras que el Superyo es el freno).

Gracias a ésta identificación simbólica al padre (en ambos sexos) el sujeto trasciende la agresividad inherente a la identificación de El Estadio del Espejo; de modo que, esta identificación secundaria es una especie de normalizador libidinal.

Esta identificación, también tiene algo de imaginario, pero, a cambio, representa el pasaje del niño al Orden Simbólico, el Orden de la Cultura, la entrada en la Cultura.

Para producir el Ideal del Yo, el sujeto se identifica con el “rasgo unario” o rasgo único, que introyecta del mismo sexo o, al final del Edipo, del padre.

En Psicología de las masas y análisis del Yo, Freud habla de 3 tipos de identificación, que Lacan retoma: con un rival, con un objeto de amor, o con el síntoma que padece una persona (identificación histérica; es el caso, tan visto, de que las histéricas se identifican con casi todas las personas que están enfermas, etc.).

Lacan se opone firmemente a los autores que describen el fin de análisis como una identificación con el analista. Por el contrario, opina que las identificaciones deben ser cuestionadas (lo cual produce angustia temporariamente), que el sujeto debe diferenciarse y que no debe identificarse con su analista, ya que lo haría caer en una forma de alienación.

Pero la escuela kleiniana sostiene que el fin de análisis se produce cuando el paciente se identifica con el analista, lo que consideramos, con Freud y Lacan, un error que conduce a la enajenación del paciente en el deseo del analista.

Por nuestra parte, añadimos, que la identificación contiene algo paradojal, ya que tiene que haber diferencia para que haya identificación.