Este gran pintor argentino nació en La Plata en 1892 y murió en Buenos Aires en 1971.

Ha trascendido las fronteras con un auténtico reconocimiento internacional, a pesar de que todavía hay mucho público que no lo conoce.

Fue un luchador inquebrantable en un ambiente muy hostil, que no aceptaba su pintura , francamente vanguardista.

La incomprensión no dejó de mantener al pintor incólumne en la línea que su primera inclinación había trazado, y luego desarrollar con gran lucidez.

Luego de haber realizado estudios no muy importantes, accedió, gracias a su talento, a una beca de la Prov. de Bs. As. para ir a estudiar a Europa, antes de cumplir los 20 años.

Radicado en Italia se interrumpió la beca a los tres meses, pero algunos envíos familiares y él por sí mismo le permitieron continuar, realizando varias tareas en aquella Europa de la 1º Guerra Mundial.

Estuvo en el viejo continente 12 años estudiando a los clásicos en los museos y a los modernos, en el trato directo.

Se enroló en el Movimiento Futurista de Milán y ese fue su primer contacto con las escuelas de vanguardia; luego pasó a Paris y allí en contacto con los cubistas , sobretodo Juan Gris, asimiló la lección de estos grandes renovadores.

El año 1924 marcó su retorno al país, y su primera exposición estaba integrada por obras pintadas en Europa, entre las que se encontraban «La pensierosa», «La mujer del abanico verde», «La gruta de Capri» (abstracta), y otras que hoy enorgullesen museos y colecciones particulares.

Resistencia traducida en frialdad, burlas y ataques francos, recibieron en Buenos Aires sus renovaciones en materia pictórica, y la exposición del pintor fue el acontecimiento que más escándolo provocó y trascendió en los círculos extrapictóricos y extrartísticos , encontrando pocos defensores de la posición del pintor.

Tiene la pintura de Pettoruti la serenidad, el equilibrio y la terminación del arte clásico.

No pasó en balde la lección de los maestros renacentistas que estudió en Italia y una constante probidad de ejecución a precedido sus creaciones.

No se ha dejado de decir, que un cuadro del pintor es como una piedra suave y hábilmente tallada, y en verdad eso es lo que sugiere la presencia de esas superficies tersas , de limpia materia, perfectamente ensambladas, ajustadas de color y valor, ordenadas con tal equilibrio que la totalidad del conjunto vive del mínimo detalle, con la precisión de un mecanismo de relojería.

La geometrización de las formas en la obra del pintor se origina en planteos del cubismo sintético, de Gris, Braque y Picasso, con la superposición de planos transparentes, y la esquematización de los objetos según sus formas elementales.

En nuestra interpretación psicoanalítica vemos en sus cuadros cubistas el intento imposible de la simultaneidad de la visión, y también, desde otro lugar, la reunión imposible de la diversidad de los puntos de vista, es decir: la imposibilidad de la unificación de las subjetividades, de los sujetos.

Ese imposible, en la realidad, se hace imaginariamente posible en su pintura apuntando a un mundo ideal donde todas las opiniones convergerían en una sola, y todas las miradas (en el sentido corriente de la palabra) serían una.

Se trata de un Ideal imposible de alcanzar, pero factible de imaginar.

La superposición de planos tambien apunta a la superposición de sujetos.

Recomendamos como bibliografía (a la que acudimos aquí) Pettoruti, «La pintura en la Argentina» Editorial Claridad.

Y por supuesto volver a ver la obra de este eximio artista en el Museo de Bellas Artes.

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